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Capítulo VII: Asociación ilícita
-
Entonces sí venís
del 2015…
-
Sí. No sé cómo ni por qué, pero sí: vengo del
2015.
-
¡Qué loco, chabón! –dijo Francisco alargando la
primera o de loco y eternizando la
ene de chabón. Pablo negaba con la
cabeza una y otra vez, al tiempo que miraba de reojo a Fernando. Las cejas de
ambos indicaban que no creían mucho el relato de su amigo.
-
Ayer. Ayer, loco. Te juro que estaba en el 2015.
Es como que…
-
… pará - interrumpió Pablo- ayer decías que venías del 2015 y hoy nos decís que estuviste en el 2015… ¿cómo es la cosa?
¿Ayer estuviste o venías del 2015?
-
No, no. Ayer, ayer lunes, estuve en el 2015. Estaban ustedes, mis viejos y otra gente que no
conozco pero que me conocía bien.
-
Ayer lunes llegaste a la escuela –aclaró
Francisco- diciendo que venías del 2015. Y hoy, martes, caés diciendo lo mismo...
-
¡No puedo haberles dicho eso ayer porque ayer
estaba en otro año!
Música para ambientar:
La luz azul le ilumina la cara
mientras lee una y otra vez la hora y la fecha en la pantalla: las 7:34 del
miércoles 29 de marzo de 2006.
“Increíble, la puta madre”, dice y se tira contra el asiento.
La Precordillera es una sombra en
el amanecer sanjuanino pero algunos picos comienzan a iluminarse. Febo asoma,
otra vez, y el 504 oliva aparentemente intrascendente cruza por una
Circunvalación recién parquizada mientras un amanecer repetido le ilumina el
capot, luego el parabrisas y finalmente el interior. Lucas entrecierra los ojos
hasta que se le acostumbran al brillo diurno. Hace millones de años esos
fotones nacieron en el interior del Sol, nadaron dentro de él y luego fueron
expulsados hacia el espacio; ocho minutos después la Tierra se cruzó en su camino
y terminaron en las retinas de Lucas. Originalmente esas partículas habían
chocado contra los párpados cerrados de su hermana, que dormía camino a la
escuela en el asiento delantero. Pero esa mañana, la repetida, la del intruso
temporal, terminaron nadando en los ojos de Lucas, reclinado en el asiento
maldiciendo su suerte.
Todo estaba repetido, sucediendo
por segunda vez, pero sólo Lucas era consciente -a medias- de eso. Cada olor,
sonido o imagen ya había sido captado alguna vez por él y por la gente que lo
rodeaba, pero ni ellos ni él estaban realmente al tanto de eso. Ellos, porque
era la primera vez que vivían ese 29
de marzo; y él, porque no recordaba puntualmente los detalles. Sólo
ocasionalmente sentía uno que otro déjà vu, pero nada más: no recordaba los
diálogos, los movimientos, las emociones. Nada. Era vivir otra vez el 29 de
marzo, a pesar de ya haberlo vivido.
-
¿Te pasa algo, hijo?
-
¿Qué?
-
Que si te pasa algo…
-
No. Todo está bien –y la sonrisa forzada sólo
empeoró las cosas.
-
Te noto algo preocupado, nervioso. ¿Seguro que
todo está bien?
-
Sí, pa… todo está bien. Tengo sueño nada más.
El padre de un hijo adolescente
no insistió. Ya había aprendido que estos seres extraños se cierran y no hay
salida.
Lucas, por su parte, agradeció el
silencio. Por su mente hervían complicaciones en dos dimensiones a la vez, con
responsabilidades cruzadas y conflictos con personas de un lado del tiempo y
del otro. Allá, en el 2015, tiene o tenía una novia con la que necesita
imperiosamente componer las cosas; tiene o tenía un trabajo al que no había ido
en dos –“con éste ya son tres”- días, un sueldo diezmado y vaya uno a saber qué
otras complicaciones más cuando despertara. Y acá, en el 2006, para empeorar
las cosas, debía ir a la escuela – “¡Otra vez, la re puta madre!”-, hacer de cuenta
que era un adolescente de 15 años –“Extrañamente más difícil que serlo de
verdad”- y ver la forma de no modificar en nada la cadena de hechos. “Si algo
se arruina en el 2015 –pensaba- puedo arreglarlo. Pero si cambio algo acá en el
2006 puedo complicar muchísimo las cosas. Ya hablé e hice demasiado y no sé si
eso haya repercutido o no. Ojalá mañana no lluevan donas”.
-
Hola gente, ¿cómo va? –saludó Lucas al entrar al
curso. Un murmullo le contestó desde el fondo y una mano se levantó cerca de la
ventana. Pablo le chocó la mano y le dijo:
-
¿Sos el de acá o el de 2015?
-
¿Te digo la verdad o te miento?
-
Mentime, que me gusta…
-
Soy el de acá, por supuesto.
-
¿Vas a estar toda la semana así o es solamente
por estos días? –Lucas suspiró contrariado al escuchar lo que su amigo le
decía.
-
No me creás si no querés. Pero hagas lo que
hagas no se lo contés a nadie, ¿si? Esto es un quilombo. Un verdadero quilombo.
Anoche hablé con vos…
-
… nop…
-
…anoche en el 2015…
-
Ah…
-
… y las cosas estaban realmente mal. Con mi
novia (o exnovia, a esta altura no sé nada) está todo mal y con mi laburo
calculo que también. No sé qué hacer, viejo; no sé por qué estoy acá. No sé
nada…
-
Holaaa –saludó generalmente Mica, la
inalcanzable del curso; a lo que Pablo preguntó, burlonamente:
-
¿Sigue estando rica en el futuro?
-
No sé por qué cosa indignarme más: por Mica que
sigue siendo hermosa y es modelo, o por vos que no me terminás de creer.
-
¿Vos qué harías si un día llego y te digo que
vengo del futuro? –Le preguntó Pablo a Fernando, que acomodaba su mochila en el
banco de atrás.
-
Veo que seguimos con la película… -dijo el
recién llegado.
-
¡Culi**do, no puede ser que no me crean!
-
Es que no te podemos creer, Lucas. No podemos. O
sea, o te estás drogando o tenés un problema en la cabe…
-
… no me pasa nada…
-
¡Entonces danos pruebas! –susurró violentamente
Pablo-. Demostranos que realmente has vivido todo esto y que venís del futuro.
No sé, decís que no te acordás mucho de las cosas pero algún detalle tiene que
haber, un resultado, una noticia…
-
Claro, loco. Así podríamos, de paso, apostar –los
incrédulos estallaron en risas. Lucas suspiró agotado.
-
A ver, ¿qué parte de que no me acuerdo de los
detalles no entienden? Ya les dije que sé los resultados importantes y esas
cosas. No puedo recordar un Banfield-Chacarita o un San Martín-Villa Obrera. No
puedo. ¿O ustedes se acuerdan de los resultados del año pasado? –Los anfitriones
temporales negaron con la cabeza-. Lo mismo me pasa a mí. Ojalá pudiéramos apostar,
pero no. No hay forma, que yo sepa.
-
¡Buenos días, chicos! –saludó la profesora de
Matemática.
-
Supongamos que es cierto. Que venís del 2015 y
que no recordás los detalles finos –comenzó a reflexionar Fernando-, pero sí
ciertas cosas puntuales…
-
… a grandes rasgos…
-
… como campeonatos y cosas así, o grandes hechos
mundiales...
-
Exacto.
-
¿Te acordás cómo salió River la semana pasada,
contra Paulista? –Interrumpió Pablo.
-
No, ni idea. Ni me acuerdo si la juega Boca a
esta Libertadores. Creo que no.
-
No, no la juega. Me hacés dudar, viejo… me hacés
dudar.
Con el curso lleno y la profesora
en el aula no quedó más tiempo para continuar la charla. Faltaba Francisco, que
todavía no llegaba, pero el grupo estaba comenzando a pensar que sea lo que sea
que le pasara a Lucas, tanto su comportamiento como sus dichos cuadraban en la
idea de un viaje temporal. Pablo era el que más dudaba. Fernando estaba en un
equilibrio entre pensar que todo era una joda y creerle a su amigo. Francisco
era el único que se inclinó desde un principio en tomarlo en serio, más por no
dejarlo como un loco que por otra cosa.
Pero les hacían falta pruebas. A
los tres les faltaba ese dato revelador, ese “va a pasar tal cosa” con la
seguridad nostradámica que les demostrara que sí, que efectivamente el Lucas
que tenían al lado suyo copiando lo que la profesora puso en el pizarrón
provenía de un futuro no tan lejano pero diferente. En parte querían firmemente que nada de esto
fuera un chiste, que de verdad pudieran vivir algo tan loco como un amigo que
de un finde al otro viene del futuro.
Lucas, por su parte, pensaba y
trataba de recordar algún resultado, alguna noticia relevante o una pelea
histórica en la escuela para tratar de demostrar que decía la verdad. Pensaba
en eso y en la lógica de levantarse un día en un año y al siguiente en otro. “Lunes,
sí; martes, no. Miércoles, sí… ¿jueves, no?”. Además, comenzaba a sospechar
fuertemente que si él estaba en el pasado usando su cuerpo adolescente, era muy
probable –“A esta altura todo puede suceder”- que su cuerpo adulto estuviese
siendo ocupado por el Lucas modelo 2006. Y mientras la profesora explicaba cómo
despejar ecuaciones complejas y el curso se sumía en un silencio sólo
interrumpido por alguna puerta, el desorden del departamento lentamente
comenzaba a tener ¿explicación?
En esas reflexiones estaba el
grupo cuando llegó Francisco. El apuro era mitad por la tardanza y mitad por la
intriga.
-
¿De cuándo sos? –Le preguntó directamente a
Lucas.
-
Shhhh, más despacio la conch* de tu madre…
-
¿De cuándo sos? – Susurró entonces. Lucas miró
para todos lados y respondió, cómplice:
-
Del 2015.
-
¡Los chicos del final, por favor…!
-
Tengo una idea, en el recreo te la cuento –dijo Francisco
y terminó su breve interacción con un guiño.
-
¡Hay que apostar!
-
¡Nooo! –gritó Lucas.
-
¡Se nos ocurrió lo mismo! –Le dijo Fernando.
-
Es que es la mejor. Aprovechamos que éste viene
del futuro y algunos cospeles nos ganamos –agregó medio en broma Pablo.
-
No, miren, en serio… no sé para qué le dije: no
podemos apostar…
-
Tiene que ser por partidos oficiales –indicó Fernando.
-
Sí, todos los de AFA y también los del Mundial…
-
¡Pero faltan 3 o 4 meses para el Mundial! Además
no podemos hacer esto. ¡Para estas cosas sí me creen!
-
No te creemos –cortó Pablo-. Al menos yo no…
-
Hagamos una cosa –dijo Francisco-: que Lucas nos
tire algún resultado, algún dato. Si de verdad viene del futuro que nos diga
cómo salen los partidos este finde. Le creamos o no durante la semana, es cosa
nuestra. Yo algo le creo. Lo noto raro.
-
Pero faltan las pruebas, es cierto –acotó Fernando.
La cara de Lucas trocaba en sonrisa. La misma que ponía cuando estaba enojado y
alguien lo hacía reír.
-
Ustedes están locos –dijo- y yo más todavía por
haberles dicho esto. ¿Saben qué? Era una joda. No vengo un carajo del 2015.
-
Sí, claro, si todo eso de los celulares, la
música y lo que nos contaste te lo inventaste este finde… Decí la verdad, dale.
-
Son unos hijos de put*. Prométanme algo -dijo un
Lucas resignado y medio convencido-: si vamos a hacer lo de las apuestas tiene
que ser para callado, bien para callado. Y no le van a contar a nadie ni de las
apuestas ni nada que les confiese sobre el 2015, ¿estamos? –y el sí al unísono
se mezcló con el timbre de finalización del recreo.
La planificación continuó durante
la hora de Ética, donde oportunamente tuvieron que reunirse en grupo. Lucas se
convirtió en el líder de esta pequeña asociación ilícita bajo una lista de
condiciones, entre las que resaltaba el monto límite de apuestas y, por
supuesto, el entorno. Los 9 años de diferencia se notaban bastante y a pesar de
ser Fernando el líder del grupo en el 2006, en este 2006 era Lucas quien se perfilaba para comandar el destino de
estos 4 amigos. Convencidos o no, era evidente que la persona que tenían en
frente no era la misma y mucho de la organización provenía de su madurez.
Estaban expresamente prohibidas las apuestas individuales: nadie podía jugar ni un chicle por su cuenta y mucho menos sin la autorización de Lucas. Debían estar los 4 presentes, sí o sí, y nadie más que ellos. Los contrincantes debían ser personas más o menos de confianza y estrictamente de su edad. “Nada de sarparse con los montos, más de 5000 pesos no podemos ganar en menos de unos meses”, sentenció Lucas sin darse cuenta que esa cifra, ya exagerada en la época de donde él proviene, era exorbitante en la realidad de sus adolescentes cómplices. “Está bien, 500 pesos, ¿les cierra ese número?”.
Estaban expresamente prohibidas las apuestas individuales: nadie podía jugar ni un chicle por su cuenta y mucho menos sin la autorización de Lucas. Debían estar los 4 presentes, sí o sí, y nadie más que ellos. Los contrincantes debían ser personas más o menos de confianza y estrictamente de su edad. “Nada de sarparse con los montos, más de 5000 pesos no podemos ganar en menos de unos meses”, sentenció Lucas sin darse cuenta que esa cifra, ya exagerada en la época de donde él proviene, era exorbitante en la realidad de sus adolescentes cómplices. “Está bien, 500 pesos, ¿les cierra ese número?”.
Hacia la hora de salida el plan
era perfecto, o por lo menos lo más perfecto que una persona de 24 puede
elucubrar con tres más de 15 y que no comparten la misma línea temporal: nada
de apuestas por encima de los 20 pesos; siempre algo como fernet, cocas, la
plata del colectivo o asados. Eso serían las “microapuestas”, palabra que el
Lucas de su época nunca hubiese utilizado. Las “apuestas fuertes” tendrían
topes de 50 pesos y en ellas intervendrían prendas de ropa, entradas a boliches
o recitales y siempre con partidos importantes. Nada de “te apuesto 50 pesos a
que Rosario le gana a Vélez”. Debía haber cierto interés por parte del
apostador contrario. Y, sobre todo, nada de andar apostando con cualquiera. “Debemos
llevar la charla hacia la apuesta; que sea el otro el que nos desafíe”.
Lucas, el compañero de escuela,
se comportaba como el primo mayor que lleva por el mal camino a los más chicos.
-
Y una cosa por demás importante, muchachos…
-
¿Qué? –Pregunto un medio convencido Pablo.
-
No me lo tiene que contar ni a mí, ¿estamos?
-
No te entiendo…
-
Si yo vengo mañana y no sé nada sobre las
apuestas, háganse los tontos.
Muchas, muchas, muchísimas gracias por seguir esta historia.
Gracias, porque cada lectura, comentario o link compartido con sus amigos me anima a seguir escribiéndola =)
Compartid y corred la voz (?)
No te demores con el próximo capítulo por fa!!!!!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola! Jessica me presento está historia y estoy totalmente enganchada. Sólo quiero más y más jaja
ResponderEliminar¡Hola! ¡Muchas gracias por comentar y por leer! Qué bueno que te haya gustado. Ya está publicado el Capítulo VIII. Espero que te guste también =)
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