jueves, 23 de junio de 2016

2006: Capítulo VII


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 Capítulo VII: Asociación ilícita



-          Entonces sí venís del 2015…

-          Sí. No sé cómo ni por qué, pero sí: vengo del 2015.

-          ¡Qué loco, chabón! –dijo Francisco alargando la primera o de loco y eternizando la ene de chabón. Pablo negaba con la cabeza una y otra vez, al tiempo que miraba de reojo a Fernando. Las cejas de ambos indicaban que no creían mucho el relato de su amigo.

-          Ayer. Ayer, loco. Te juro que estaba en el 2015. Es como que…

-          … pará - interrumpió Pablo- ayer decías que venías del 2015 y hoy nos decís que estuviste en el 2015… ¿cómo es la cosa? ¿Ayer estuviste o venías del 2015?

-          No, no. Ayer, ayer lunes, estuve en el 2015. Estaban ustedes, mis viejos y otra gente que no conozco pero que me conocía bien.

-          Ayer lunes llegaste a la escuela –aclaró Francisco- diciendo que venías del 2015. Y hoy, martes, caés diciendo lo mismo...

-          ¡No puedo haberles dicho eso ayer porque ayer estaba en otro año!


Música para ambientar:





La luz azul le ilumina la cara mientras lee una y otra vez la hora y la fecha en la pantalla: las 7:34 del miércoles 29 de marzo de 2006.  “Increíble, la puta madre”, dice y se tira contra el asiento.

La Precordillera es una sombra en el amanecer sanjuanino pero algunos picos comienzan a iluminarse. Febo asoma, otra vez, y el 504 oliva aparentemente intrascendente cruza por una Circunvalación recién parquizada mientras un amanecer repetido le ilumina el capot, luego el parabrisas y finalmente el interior. Lucas entrecierra los ojos hasta que se le acostumbran al brillo diurno. Hace millones de años esos fotones nacieron en el interior del Sol, nadaron dentro de él y luego fueron expulsados hacia el espacio; ocho minutos después la Tierra se cruzó en su camino y terminaron en las retinas de Lucas. Originalmente esas partículas habían chocado contra los párpados cerrados de su hermana, que dormía camino a la escuela en el asiento delantero. Pero esa mañana, la repetida, la del intruso temporal, terminaron nadando en los ojos de Lucas, reclinado en el asiento maldiciendo su suerte.

Todo estaba repetido, sucediendo por segunda vez, pero sólo Lucas era consciente -a medias- de eso. Cada olor, sonido o imagen ya había sido captado alguna vez por él y por la gente que lo rodeaba, pero ni ellos ni él estaban realmente al tanto de eso. Ellos, porque era la primera vez que vivían ese 29 de marzo; y él, porque no recordaba puntualmente los detalles. Sólo ocasionalmente sentía uno que otro déjà vu, pero nada más: no recordaba los diálogos, los movimientos, las emociones. Nada. Era vivir otra vez el 29 de marzo, a pesar de ya haberlo vivido.

-          ¿Te pasa algo, hijo?

-          ¿Qué?

-          Que si te pasa algo…

-          No. Todo está bien –y la sonrisa forzada sólo empeoró las cosas.

-          Te noto algo preocupado, nervioso. ¿Seguro que todo está bien?

-          Sí, pa… todo está bien. Tengo sueño nada más.

El padre de un hijo adolescente no insistió. Ya había aprendido que estos seres extraños se cierran y no hay salida.

Lucas, por su parte, agradeció el silencio. Por su mente hervían complicaciones en dos dimensiones a la vez, con responsabilidades cruzadas y conflictos con personas de un lado del tiempo y del otro. Allá, en el 2015, tiene o tenía una novia con la que necesita imperiosamente componer las cosas; tiene o tenía un trabajo al que no había ido en dos –“con éste ya son tres”- días, un sueldo diezmado y vaya uno a saber qué otras complicaciones más cuando despertara. Y acá, en el 2006, para empeorar las cosas, debía ir a la escuela – “¡Otra vez, la re puta madre!”-, hacer de cuenta que era un adolescente de 15 años –“Extrañamente más difícil que serlo de verdad”- y ver la forma de no modificar en nada la cadena de hechos. “Si algo se arruina en el 2015 –pensaba- puedo arreglarlo. Pero si cambio algo acá en el 2006 puedo complicar muchísimo las cosas. Ya hablé e hice demasiado y no sé si eso haya repercutido o no. Ojalá mañana no lluevan donas”.

-          Hola gente, ¿cómo va? –saludó Lucas al entrar al curso. Un murmullo le contestó desde el fondo y una mano se levantó cerca de la ventana. Pablo le chocó la mano y le dijo:

-          ¿Sos el de acá o el de 2015?

-          ¿Te digo la verdad o te miento?

-          Mentime, que me gusta…

-          Soy el de acá, por supuesto.

-          ¿Vas a estar toda la semana así o es solamente por estos días? –Lucas suspiró contrariado al escuchar lo que su amigo le decía.

-          No me creás si no querés. Pero hagas lo que hagas no se lo contés a nadie, ¿si? Esto es un quilombo. Un verdadero quilombo. Anoche hablé con vos…

-          … nop…

-          …anoche en el 2015…

-          Ah…

-          … y las cosas estaban realmente mal. Con mi novia (o exnovia, a esta altura no sé nada) está todo mal y con mi laburo calculo que también. No sé qué hacer, viejo; no sé por qué estoy acá. No sé nada…

-          Holaaa –saludó generalmente Mica, la inalcanzable del curso; a lo que Pablo preguntó, burlonamente:

-          ¿Sigue estando rica en el futuro?

-          No sé por qué cosa indignarme más: por Mica que sigue siendo hermosa y es modelo, o por vos que no me terminás de creer.

-          ¿Vos qué harías si un día llego y te digo que vengo del futuro? –Le preguntó Pablo a Fernando, que acomodaba su mochila en el banco de atrás.

-          Veo que seguimos con la película… -dijo el recién llegado.

-          ¡Culi**do, no puede ser que no me crean!

-          Es que no te podemos creer, Lucas. No podemos. O sea, o te estás drogando o tenés un problema en la cabe…

-          … no me pasa nada…

-          ¡Entonces danos pruebas! –susurró violentamente Pablo-. Demostranos que realmente has vivido todo esto y que venís del futuro. No sé, decís que no te acordás mucho de las cosas pero algún detalle tiene que haber, un resultado, una noticia…

-          Claro, loco. Así podríamos, de paso, apostar –los incrédulos estallaron en risas. Lucas suspiró agotado.

-          A ver, ¿qué parte de que no me acuerdo de los detalles no entienden? Ya les dije que sé los resultados importantes y esas cosas. No puedo recordar un Banfield-Chacarita o un San Martín-Villa Obrera. No puedo. ¿O ustedes se acuerdan de los resultados del año pasado? –Los anfitriones temporales negaron con la cabeza-. Lo mismo me pasa a mí. Ojalá pudiéramos apostar, pero no. No hay forma, que yo sepa.

-          ¡Buenos días, chicos! –saludó la profesora de Matemática.

-          Supongamos que es cierto. Que venís del 2015 y que no recordás los detalles finos –comenzó a reflexionar Fernando-, pero sí ciertas cosas puntuales…

-          … a grandes rasgos…

-          … como campeonatos y cosas así, o grandes hechos mundiales...

-          Exacto.

-          ¿Te acordás cómo salió River la semana pasada, contra Paulista? –Interrumpió Pablo.

-          No, ni idea. Ni me acuerdo si la juega Boca a esta Libertadores. Creo que no.

-          No, no la juega. Me hacés dudar, viejo… me hacés dudar.

Con el curso lleno y la profesora en el aula no quedó más tiempo para continuar la charla. Faltaba Francisco, que todavía no llegaba, pero el grupo estaba comenzando a pensar que sea lo que sea que le pasara a Lucas, tanto su comportamiento como sus dichos cuadraban en la idea de un viaje temporal. Pablo era el que más dudaba. Fernando estaba en un equilibrio entre pensar que todo era una joda y creerle a su amigo. Francisco era el único que se inclinó desde un principio en tomarlo en serio, más por no dejarlo como un loco que por otra cosa.

Pero les hacían falta pruebas. A los tres les faltaba ese dato revelador, ese “va a pasar tal cosa” con la seguridad nostradámica que les demostrara que sí, que efectivamente el Lucas que tenían al lado suyo copiando lo que la profesora puso en el pizarrón provenía de un futuro no tan lejano pero diferente.  En parte querían firmemente que nada de esto fuera un chiste, que de verdad pudieran vivir algo tan loco como un amigo que de un finde al otro viene del futuro.

Lucas, por su parte, pensaba y trataba de recordar algún resultado, alguna noticia relevante o una pelea histórica en la escuela para tratar de demostrar que decía la verdad. Pensaba en eso y en la lógica de levantarse un día en un año y al siguiente en otro. “Lunes, sí; martes, no. Miércoles, sí… ¿jueves, no?”. Además, comenzaba a sospechar fuertemente que si él estaba en el pasado usando su cuerpo adolescente, era muy probable –“A esta altura todo puede suceder”- que su cuerpo adulto estuviese siendo ocupado por el Lucas modelo 2006. Y mientras la profesora explicaba cómo despejar ecuaciones complejas y el curso se sumía en un silencio sólo interrumpido por alguna puerta, el desorden del departamento lentamente comenzaba a tener ¿explicación?

En esas reflexiones estaba el grupo cuando llegó Francisco. El apuro era mitad por la tardanza y mitad por la intriga.

-          ¿De cuándo sos? –Le preguntó directamente a Lucas.

-          Shhhh, más despacio la conch* de tu madre…

-          ¿De cuándo sos? – Susurró entonces. Lucas miró para todos lados y respondió, cómplice:

-          Del 2015.

-          ¡Los chicos del final, por favor…!

-          Tengo una idea, en el recreo te la cuento –dijo Francisco y terminó su breve interacción con un guiño.






-          ¡Hay que apostar!

-          ¡Nooo! –gritó Lucas.

-          ¡Se nos ocurrió lo mismo! –Le dijo Fernando.

-          Es que es la mejor. Aprovechamos que éste viene del futuro y algunos cospeles nos ganamos –agregó medio en broma Pablo.

-          No, miren, en serio… no sé para qué le dije: no podemos apostar…

-          Tiene que ser por partidos oficiales –indicó Fernando.

-          Sí, todos los de AFA y también los del Mundial…

-          ¡Pero faltan 3 o 4 meses para el Mundial! Además no podemos hacer esto. ¡Para estas cosas sí me creen!

-          No te creemos –cortó Pablo-. Al menos yo no…

-          Hagamos una cosa –dijo Francisco-: que Lucas nos tire algún resultado, algún dato. Si de verdad viene del futuro que nos diga cómo salen los partidos este finde. Le creamos o no durante la semana, es cosa nuestra. Yo algo le creo. Lo noto raro.

-          Pero faltan las pruebas, es cierto –acotó Fernando. La cara de Lucas trocaba en sonrisa. La misma que ponía cuando estaba enojado y alguien lo hacía reír.

-          Ustedes están locos –dijo- y yo más todavía por haberles dicho esto. ¿Saben qué? Era una joda. No vengo un carajo del 2015.

-          Sí, claro, si todo eso de los celulares, la música y lo que nos contaste te lo inventaste este finde… Decí la verdad, dale.

-          Son unos hijos de put*. Prométanme algo -dijo un Lucas resignado y medio convencido-: si vamos a hacer lo de las apuestas tiene que ser para callado, bien para callado. Y no le van a contar a nadie ni de las apuestas ni nada que les confiese sobre el 2015, ¿estamos? –y el sí al unísono se mezcló con el timbre de finalización del recreo.



La planificación continuó durante la hora de Ética, donde oportunamente tuvieron que reunirse en grupo. Lucas se convirtió en el líder de esta pequeña asociación ilícita bajo una lista de condiciones, entre las que resaltaba el monto límite de apuestas y, por supuesto, el entorno. Los 9 años de diferencia se notaban bastante y a pesar de ser Fernando el líder del grupo en el 2006, en este 2006 era Lucas quien se perfilaba para comandar el destino de estos 4 amigos. Convencidos o no, era evidente que la persona que tenían en frente no era la misma y mucho de la organización provenía de su madurez. 
Estaban expresamente prohibidas las apuestas individuales: nadie podía jugar ni un chicle por su cuenta y mucho menos sin la autorización de Lucas. Debían estar los 4 presentes, sí o sí, y nadie más que ellos. Los contrincantes debían ser personas más o menos de confianza y estrictamente de su edad. “Nada de sarparse con los montos, más de 5000 pesos no podemos ganar en menos de unos meses”, sentenció Lucas sin darse cuenta que esa cifra, ya exagerada en la época de donde él proviene, era exorbitante en la realidad de sus adolescentes cómplices. “Está bien, 500 pesos, ¿les cierra ese número?”.

Hacia la hora de salida el plan era perfecto, o por lo menos lo más perfecto que una persona de 24 puede elucubrar con tres más de 15 y que no comparten la misma línea temporal: nada de apuestas por encima de los 20 pesos; siempre algo como fernet, cocas, la plata del colectivo o asados. Eso serían las “microapuestas”, palabra que el Lucas de su época nunca hubiese utilizado. Las “apuestas fuertes” tendrían topes de 50 pesos y en ellas intervendrían prendas de ropa, entradas a boliches o recitales y siempre con partidos importantes. Nada de “te apuesto 50 pesos a que Rosario le gana a Vélez”. Debía haber cierto interés por parte del apostador contrario. Y, sobre todo, nada de andar apostando con cualquiera. “Debemos llevar la charla hacia la apuesta; que sea el otro el que nos desafíe”.

Lucas, el compañero de escuela, se comportaba como el primo mayor que lleva por el mal camino a los más chicos.

-          Y una cosa por demás importante, muchachos…

-          ¿Qué? –Pregunto un medio convencido Pablo.

-          No me lo tiene que contar ni a mí, ¿estamos?

-          No te entiendo…

-          Si yo vengo mañana y no sé nada sobre las apuestas, háganse los tontos.


Para leer el Capítulo VIII, click aquí

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Muchas, muchas, muchísimas gracias por seguir esta historia. 

Gracias, porque cada lectura, comentario o link compartido con sus amigos me anima a seguir escribiéndola =)

Compartid y corred la voz (?) 


4 comentarios:

  1. No te demores con el próximo capítulo por fa!!!!!

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Hola! Jessica me presento está historia y estoy totalmente enganchada. Sólo quiero más y más jaja

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    1. ¡Hola! ¡Muchas gracias por comentar y por leer! Qué bueno que te haya gustado. Ya está publicado el Capítulo VIII. Espero que te guste también =)

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